Qué asco de pobres

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ImagenLos pobres, que duermen y piden en cualquier lugar, siempre sucios y hediondos, dan asco. Molestan. Esa es la verdad desnuda, la que tú y yo sabemos, y luego ya si queréis entramos en la pena que sentís, la que os permite no vivirlo con culpa o la que os deja disfrazar ese desprecio. La diplomacia, ya tal. Porque la mierda, señores, cuando está ahí, ya no tiene remedio. Y repulsa. Puede de que sólo sea un pensamiento que cala en los países más ricos o los más radicales o los más populistas; o puede que sólo en aquellos otros más pobres, con los que debemos solidarizarnos, y que están lejos, muy lejos, como Brasil y su Mundial -que ya nos importa menos sin la Roja descolorida-. Por eso, sin escandalizarnos más que lo justo, hemos leído que de las zonas turísticas de Río de Janeiro se retiraron (se ocultaron como las protesta ciudadanas) a entre 5000 y 6000 indigentes. Porque queda feo que miles de pobres vaguen por la ciudad con tanta cámara al mundo y tanto futbolista ricachón. Además, hay que tener en cuenta la repercusión turística y la creación de riqueza que supone el turismo, y eso ya pesa en la balanza lo suyo, oye (qué decir de la España del sol y playa).

Decíamos que eso debe pasar en otros países, porque aquí, como sabéis, esa política no se usa. Nosotros sabemos que se trata de personas, igual que sabemos que los niños (uno de cada tres en España está en riesgo de pobreza) que pasan hambre no han de ir a comedores públicos en verano porque eso discrimina, porque la “excesiva visibilidad” supondría un “estigma”.

Y es que hay que alejar la miseria de nuestras vidas, es lo comprensible y así lo han visto en miles de lugares como San Francisco, París o Londres, en esta última cidudad no hace mucho leímos sobre aquellos pinchos (los que ven en las imágenes), esos barrotes que se colocan en el suelo de algunos edificios (de lujo o bancos), en sus entradas, en sus vestíbulos, para evitar que los sucios vagabundos duerman ahí; de momento, la repulsa popular (incluso política) que generó en la ciudad anglosajona ha frenado su uso. De momento, digo, porque no me neguéis que es lo lógico, como lo son esas multas de las que hemos oído hablar a pobres, a vagabundos, al cartones de la esquina, al rumano que pide, al negro que vende pañuelos, para que desistan de hacerlo.

Esconderlos debajo de la alfombra es la fórmula, porque la concepción es que no son más que suciedad. Bueno, esconderlos o expulsarlos directamente, que la permisividad de la sociedad tiene un punto, oye. ¿O es que no ven que cada vez son más, por favor? Ahora, el Partido Popular de Tarragona ha pedido un censo de mendigos para expulsarlos de la ciudad, sin que haya supuesto gran revuelo porque, la verdad es que, ni tú ni yo tenemos por qué “aguantar no poder entrar en un cajero o en los comercios, o ser molestados en plena calle”. Qué bastante tenemos con lo que tenemos. (Si quieren saber más lean este enlace).

Y ahora oigo hablar de la solución de las soluciones. Estos Business Improvement Districts (BID), algo así como barrios estadounidenses en los que “los comerciantes pagan impuestos adicionales a cambio de recibir servicios públicos extras”; y leo que en Europa ya se prueban y en España, donde tenemos un Partido Popular muy representativo de la construcción de este mundo a dos velocidades, ahí está, empujando en esa dirección. (Si quieren saber más: El Gobierno planea abrir la gestión de los barrios a entidades privadas)

Porque en casa de uno, nadie quiere mierda, no podemos dejar que nos perjudique quien se ha dejado ir, quien se ha dejado hundir. Y, visto lo visto, alguien tiene que proponer soluciones para limpiarla.

PD:

¿Recuerdan aquel artículo sobre el uso reiterado de sustantivos adjetivados? En esta caso serían los pobres. Lean: «Los discapacitados no son personas»:

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